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¿Qué dice la Iglesia acerca de la globalización?
La
globalización en principio no es buena ni mala, sino la descripción de una
realidad a la que se debe dar forma. «Surgido en los países económicamente
desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las economías.
Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrollo
y es, de por sí, una gran oportunidad. Sin embargo, sin la guía de la caridad en
la verdad, este impulso planetario puede contribuir a crear riesgo de daños
hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana» (Benedicto
XVI, CiV).
Cuando nos compramos unos
vaqueros baratos no nos deben dejar indiferentes las circunstancias en las que
han sido producidos, si los trabajadores han recibido o no un salario justo. El
destino de todos es importante. No nos puede dejar indiferente la necesidad de
ninguna persona. En el nivel político es necesaria una «verdadera autoridad política
mundial» (Benedicto XVI, CiV), que se preocupe de que se alcance un equilibrio
justo entre los hombres de los países ricos y los de los países subdesarrollados.
Con mucha frecuencia estos últimos están excluidos de las ventajas de la
globalización económica y sólo les toca soportar las cargas.
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