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¿Qué dice la Doctrina Social de la Iglesia acerca del trabajo y el desempleo?
El trabajo es un mandato
de Dios a los hombres. En un esfuerzo común debemos mantener y continuar la
obra de la Creación: «El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de
Edén, para que lo guardara y lo cultivara» (Gén 2,15). El trabajo es para la
mayoría de los hombres su medio de sustento. El desempleo es un mal grave que
debe ser combatido con decisión. Mientras que hoy en día muchas personas a
quienes les gustaría trabajar no encuentran un puesto de trabajo, existen
«adictos al trabajo» que se entregan de tal modo al trabajo que no encuentran
tiempo para Dios ni para el prójimo. Y, mientras
que muchas personas apenas pueden alimentarse a sí mismas y a sus familias con
su sueldo, otros ganan tanto que pueden llevar una vida con un lujo
inimaginable. El trabajo no es un fin en sí mismo, sino que debe servir a la
realización de una sociedad que corresponda a la dignidad del hombre. La Doctrina
Social de la Iglesia aboga por ello a favor de un orden económico en el que
todos los hombres colaboren activamente y puedan participar del bienestar alcanzado.
Defiende un salario justo, que haga posible para todos una existencia digna, y
exhorta a los ricos a practicar las virtudes de la moderación y el compartir
solidario.
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