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¿Qué opina la Iglesia de las madres de alquiler y de la inseminación o la fecundación
artificial?
Toda
ayuda por parte de la medicina y de la investigación para concebir un hijo debe
detenerse cuando se disuelve o se destruye por medio de una tercera persona la
paternidad conjunta de los padres o cuando la concepción se convierte en un
acto técnico fuera de la unión sexual dentro del matrimonio. [2374-2377]
Por respeto a la dignidad
de la persona, la Iglesia rechaza la concepción de un hijo por medio de
inseminación o la fecundación heteróloga u homóloga. Todo hijo tiene el
derecho, dado por Dios, a tener un padre y una madre, a conocer a ese padre y a
esa madre y, si es posible, a crecer en el ámbito de su amor. La inseminación o
la fecundación artificial con el semen de
un hombre extraño (heteróloga) destruye también el espíritu del matrimonio, en
el cual el hombre y la mujer tienen derecho a llegar a ser padre o madre
exclusivamente a través del otro cónyuge. Pero también la inseminación o la
fecundación homóloga (cuando el semen procede del propio esposo) hace del hijo
un producto de un procedimiento técnico y no el fruto de la unidad amorosa del encuentro
sexual personal. Y cuando el niño se convierte en un producto, surge en seguida
la pregunta cínica acerca de la calidad y la garantía de ese producto. La
Iglesia rechaza también la técnica del diagnóstico genético pre-implantacional
(DGP), que se lleva a cabo con el fin de eliminar a los embriones que no se
consideran perfectos. También el recurso a una madre de alquiler, por el que se
implanta a una mujer extraña un embrión obtenido por fecundación artificial, es
contraria a la dignidad de la persona.
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