El
Segundo Mandamiento
No tomarás el nombre de
Dios en vano
359.-
¿Por qué quiere Dios que su «nombre» sea sagrado para nosotros?
Decir
a alguien el propio nombre es una muestra de confianza. Al decirnos su nombre,
Dios se da a conocer y nos concede, mediante este nombre, el acceso a él. Dios
es totalmente verdad. Quien invoca a la verdad por su nombre, pero la emplea
para testificar una mentira, comete un pecado grave. [2142- 2149,2150-2155,2160-2162,2163-2164]
No se debe pronunciar el
nombre de Dios de forma irreverente. Pues lo conocemos únicamente porque él nos
lo ha confiado. El nombre es la llave de acceso al corazón del Todopoderoso.
Por eso es una falta grave
blasfemar, maldecir usando
el nombre de Dios y hacer falsas promesas invocando su nombre. El segundo mandamiento
es por tanto una defensa de todo lo «santo». Lugares, objetos, nombres y
personas que han sido tocados por Dios son «santos». La sensibilidad por lo
santo se denomina reverencia.
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