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¿No consiste precisamente la «libertad» en poder
decidirse también por el mal?
El mal sólo es aparentemente digno de interés y decidirse por el mal sólo hace libre en apariencia. El mal no da la felicidad, sino que nos priva del verdadero bien; nos ata a algo carente de valor y al final destruye toda nuestra libertad. [1730-1733, 1743-1744]
Esto lo vemos en la adicción. En ella un hombre vende su libertad a cambio de algo que le parece bueno. En realidad se convierte en esclavo. El hombre es perfectamente libre cuando dice siempre sí al bien; cuando ninguna adicción, ninguna costumbre, le impiden elegir y hacer lo que es justo y bueno. La decisión por el bien es siempre mi decisión orientada a Dios.
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