197.- ¿Por qué mantiene la
Iglesia la práctica del Bautismo de niños?
La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el Bautismo de los niños. Para ello hay una única razón: antes de que nosotros optemos por Dios, Dios ya ha optado por nosotros. El Bautismo es, por tanto, una gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta incondicionalmente. Los padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren también el Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del poder de la muerte. [1250, 1282]
El Bautismo de
niños supone que los padres cristianos educan al niño bautizado en la fe. Es
una injusticia privar al niño del Bautismo por una liberalidad mal entendida. Lo
mismo que no se puede privar al niño del amor, para que después pueda él mismo
decidirse por el amor, sería una injusticia si los padres creyentes privaran a
su hijo de la gracia de Dios recibida en el Bautismo. Así como todo ser humano
nace con la capacidad de hablar, pero debe aprender a hablar, igualmente todo
hombre nace con la capacidad de creer, pero debe aprender a conocer la fe. No
obstante, no se puede imponer el Bautismo a nadie. Si se recibe el Bautismo de
niño, hay que «ratificarlo» después personalmente a lo largo de la vida; es
decir, hay que decir «sí» al Bautismo para que éste dé fruto.
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