El YOUCAT busca acercar a los jóvenes a la fe cristiana, presentando su contenido desde un lenguaje renovado.
Dividido en cuatro partes, el texto incluye 527 preguntas y respuestas que buscan dar razón de la esperanza cristiana.
Desde este blog acompañamos la publicación sumando comentarios, canciones, videos y otros recursos que permitan a los jóvenes familiarizarse con la propuesta, siempre joven, de Jesús.
217.- ¿Qué sucede con la
Iglesia cuando celebra la Eucaristía?
Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía se sitúa ante la fuente
de la que ella misma brota continuamente de nuevo: en la medida que la Iglesia
«come» del Cuerpo de Cristo, se convierte en Cuerpo de Cristo, que es sólo otro
nombre de la Iglesia. En el sacrificio de Cristo, que se nos da en cuerpo y
alma, hay lugar para toda nuestra vida. Nuestro trabajo y nuestro sufrimiento,
nuestras alegrías, todo lo podemos unir al sacrificio de Cristo. Si nos
ofrecemos de este modo, seremos transformados: agradamos a Dios y para nuestros
prójimos somos como buen pan que alimenta. [1368-1372, 1414]
Se critica con
frecuencia a la Iglesia, como si únicamente fuera una asociación de hombres más
o menos buenos. En realidad, la Iglesia es lo que se realiza diariamente de un
modo misterioso sobre el altar. Dios se entrega por cada uno de nosotros y
quiere transformarnos mediante la comunión con él. Como seres transformados
deberíamos transformar el mundo. Todo lo demás que la Iglesia es también, es
secundario.
216.- ¿De qué modo está
presente Cristo cuando se celebra la Eucaristía?
Cristo está misteriosa pero realmente presente en el Sacramento de la
Eucaristía. Cada vez que la Iglesia realiza el mandato de Jesús «Haced esto en
memoria mía» (1 Cor 11,25), parte el pan y ofrece el cáliz, sucede hoy lo mismo
que sucedió entonces: Cristo se entrega verdaderamente por nosotros y nosotros
tomamos realmente parte en él. El sacrificio único e irrepetible de Cristo en
la cruz se hace presente sobre el altar; se realiza la obra de nuestra redención.
[1362-1367]
En realidad es
Cristo mismo quien actúa en cada celebración eucarística. El obispo y el presbítero
lo representan. [1348]
La fe de la Iglesia afirma que el celebrante
está ante el altar in persona Christi capitis (lat. = en la persona de
Cristo cabeza). Esto quiere decir que los sacerdotes no sólo actúan en el lugar
de Cristo o por su encargo, sino que, a causa de su consagración, es Cristo
quien actúa a través de ellos como cabeza de la Iglesia.
La santa misa comienza con la reunión de los fieles y
la entrada del sacerdote y los servidores del altar (acólitos, lectores,
cantores, etc.).
Tras el saludo
viene la confesión general de los pecados, que desemboca en el Kyrie. Los
domingos (excepto en los tiempos de Cuaresma y Adviento) y las fiestas se canta
o se proclama el Gloria.
La oración
colecta introduce una o dos lecturas del Nuevo o del Antiguo Testamento, junto
con el salmo responsorial. Antes del Evangelio es el momento de entonar el
Aleluya. Después de la proclamación del Evangelio el presbítero o el diácono
pronuncian la homilía, al menos los domingos y solemnidades.
Sólo los domingos
y solemnidades la comunidad proclama la fe común en el credo, al que siguen las
preces.
La segunda parte
de la Santa Misa comienza con la presentación de las ofrendas, que se cierra
con la oración sobre las ofrendas.
El punto
culminante de la celebración eucarística es la Plegaria Eucarística,
introducida por el prefacio y el santo. Luego, en la consagración, se transforman los dones de pan y vino en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo.
La Plegaria
Eucarística desemboca finalmente en la Doxología, que da paso a la oración del Padrenuestro. Después viene la oración de la paz, el Agnus Dei, la fracción
del pan y el reparto de los dones sagrados a los fieles, por lo general, sólo
bajo la forma del Cuerpo de Cristo.
La Santa Misa
finaliza con un tiempo de meditación, la acción de gracias, la oración final y la
bendición que imparte el sacerdote. [1348-1355]
KYRIE ELEISON (del
griego = Señor, ten piedad): El «Kyrie eleison» era una antigua aclamación de homenaje a dioses y reyes; pronto se refirió a Cristo y alrededor del año 500 se
adoptó de la liturgia griega, sin traducir, en la liturgia romana y occidental.
Texto del KYRIE:
V. Señor, ten piedad.
R. Señor, ten
piedad.
V. Cristo, ten
piedad.
R. Cristo, ten
piedad.
V. Señor, ten
piedad.
R. Señor, ten
piedad.
GLORIA(lat.= gloria): El canto de júbilo de los
ángeles a los pastores (Lc 2,14) en la noche de Navidad es el inicio de un
antiguo himno cristiano, documentado en esta forma desde el siglo IX, en el que
se canta de forma solemne la alabanza de Dios.
Texto del Gloria:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra
paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa
gloria te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey
celestial,
Dios Padre
todopoderoso.
Señor Hijo único,
Jesucristo.
Señor Dios,
Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el
pecado del mundo,
ten piedad de
nosotros;
tú que quitas el
pecado del mundo,
atiende nuestra
súplica;
tú que estás
sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de
nosotros;
porque sólo tú
eres santo,
tú Altísimo,
Jesucristo,
con el Espíritu
Santo
en la gloria de
Dios Padre.
Amén.
Una versión cantada del gloria tomada de Fiesta del Señor 2, de Padre Néstor Gallego.
ALELUYA (compuesto del hebr. halal—
¡alabad, glorificad!, y el nombre de Dios - JHWH/JAHVÉ = Alabemos al
Señor!): Esta aclamación, que aparece 24 veces en los salmos, es en la Santa
Misa la aclamación de saludo antes de la Palabra de Dios en el Evangelio.
HOMILÍA (del griego. homilein —
convencer a alguien, hablarle al mismo nivel, hablar humanamente con él): es
otra palabra para decir predicación. El predicador, dentro de la celebración eucarística,
tiene la misión de anunciar la Buena Nueva (en griego euangelion) y
ayudar y animar a los creyentes a reconocer y aceptar las consecuencias
existenciales de la Palabra de Dios que se acaba de oír. En la celebración de
la Santa Misa la predicación está reservada al sacerdote o al diácono.
SANTO (lat.
= santa). El «Sanctus» es una de las partes más antiguas de la Santa
Misa. Se remonta al siglo VIII antes de Cristo (!) y no puede faltar nunca.
Este canto se compone de la aclamación de los ángeles en Is 6,3 y de una
exclamación de saludo referida a la presencia de Cristo en el salmo 118, 25s.
Texto del Santo:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del
universo.
Llenos están el
cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que
viene en el nombre del Señor.
Hosanna en el
cielo.
El "Santo" en a versión del Padre Néstor Gallego (Fiesta del Señor 2 - Signo producciones).
CONSAGRACIÓN (lat.
consecratio consagración): Una consagración es la acción solemne de
consagrar. Así, en la Santa Misa, son «consagrados» en la transubstanciación el
pan y el vino y se transforman por ello en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. También
los obispos, presbíteros y diáconos son consagrados, así como objetos dedicados
especialmente al servicio de Dios, como iglesias y altares.
TRANSUBSTANCIACIÓN (del lat. trans = a través, por encima, y substantia
= esencia, substancia): Es un intento central de la Teología para explicar
cómo puede estar Jesús presente en la Eucaristía bajo los dones del pan y el vino:
Mientras que las «sustancias» (es decir, la esencia) de pan y vino se transforman,
por la acción del Espíritu Santo en las palabras de la consagración, en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo, las formas externas (especies) se mantienen.
Jesucristo está presente en lo que parece pan y vino, si bien de forma
invisible y escondida, mientras se conserven las especies.
AGNUS DEI (lat. Cordero de Dios): El cordero de Dios
de Éx 12, por cuyo sacrificio el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud
de Egipto, lo tomó Juan el Bautista como imagen para referirse a Jesús (Jn 1, 29:
“Éste es el Cordero de Dios...”): por Jesús, que es llevado al matadero como un
cordero, somos liberados de los pecados y alcanzamos la paz con Dios. En la
Eucaristía comienza con la invocación «Cordero de Dios» una oración litánica
que pertenece a la Santa Misa desde el siglo VII.
Texto del AGNUS
DEI:
Cordero de Dios,
que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios,
que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios,
que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
COMUNIÓN (lat.
communio = comunidad, comunión): Con el término comunión nos referimos a
la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo en los dones transformados
(consagrados) de pan y vino. Por lo general esto sucede durante la Santa Misa,
en determinadas ocasiones puede darse también fuera
de ella, por ejemplo, en la comunión de los enfermos. la comunión sólo bajo la
especie del pan es también una comunión plena en Cristo.
DOXOLOGÍA (del griego doxo gloria): Una doxología es el cierre formal y
solemne de una oración, como el final de la Plegaria Eucarística, que dice: Por
Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu
Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
213.- ¿Qué elementos
forman parte necesariamente de la Santa Misa?
Toda Santa Misa (celebración eucarística) tiene dos partes principales: la
liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística en sentido estricto. [1346-1347]
En la liturgia de la Palabra escuchamos lecturas del Antiguo y del
Nuevo Testamento, así como del Evangelio. Además hay lugar para la
homilía y para la oración universal. En la liturgia eucarística que sigue se
presentan pan y vino, son consagrados y se ofrecen a los fieles para la comunión.
212.- ¿Qué nombres hay
para el banquete de Jesús con nosotros y qué significan?
Los diferentes nombres señalan el misterio
insondable: Santo Sacrificio, Santa Misa, Sacrificio de la misa, banquete del
Señor, fracción del pan, asamblea eucarística, memorial de la Pasión, Muerte y
Resurrección, santa y divina liturgia, santos misterios, santa comunión. [1328-1332]
Santo Sacrificio,
Santa Misa, Sacrificio de la misa: el único
sacrificio de Cristo, que completa y supera todos los sacrificios, se hace
presente en la Eucaristía. La Iglesia y los creyentes se incluyen a sí mismos,
con su entrega, en el sacrificio de Cristo. La palabra misa viene de la
frase de despedida en latín, Ite, missa est, ¡Id, sois enviados!
Banquete del Señor: Cada celebración eucarística es aún hoy el mismo
banquete que celebró Jesús con sus discípulos, y al mismo tiempo la
anticipación del banquete que el Señor celebrará con los redimidos al final de
los tiempos. No somos nosotros los hombres los que hacemos la celebración, es
el Señor quien convoca a ella y está presente en ella de un modo misterioso.
Fracción del pan: la «fracción del pan» era un antiguo rito del banquete
judío, que Jesús utilizó en la Última Cena para expresar su entrega «por
nosotros» (Rom 8,32). En la «fracción del pan» lo reconocieron los discípulos después
de la Resurrección. La comunidad primitiva llamaba «fracción del pan» a sus
asambleas eucarísticas.
Asamblea eucarística: la celebración del banquete del Señor es también
una asamblea de «acción de gracias», en la que la Iglesia encuentra su
expresión visible.
Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección: En la Eucaristía la
comunidad no se celebra a sí misma, sino que descubre y celebra siempre de
nuevo la presencia del paso salvador de Cristo a través de la pasión y la
muerte hasta la vida.
Santa y divina liturgia, santos misterios: En la celebración eucarística
se unen la Iglesia celeste y terrestre en una única fiesta. Puesto que los
dones eucarísticos en los que Cristo está presente son, por así decir, lo más
santo en este mundo, son llamados también Santísimo Sacramento.
Santa Comunión: Dado que en la Santa Misa nos unimos con Cristo y por él
unos con otros, se habla de la Santa Comunión.
211.- ¿Cuál es la
importancia de la Eucaristía para la Iglesia?
La celebración de la Eucaristía es el centro de
la comunidad cristiana. En ella la Iglesia se convierte en
Iglesia. [1325]
No somos Iglesia porque colaboremos a su sostenimiento, porque nos
llevemos bien unos con otros o porque casualmente hayamos caído en una
comunidad, sino porque en la Eucaristía recibimos el Cuerpo de Cristo y
continuamente somos transformados en el Cuerpo de Cristo.
No podemos
separar nuestra vida de la Eucaristía. En el momento en el que, sin embargo, lo
hacemos, algo se rompe. Las personas nos preguntan: «De dónde sacan las
hermanas la alegría y la fuerza para hacer lo que hacen?». La Eucaristía no
supone sólo el recibir; supone también el saciar el hambre de Cristo. Él dice: «Ven
a mí!». Tiene hambre de almas.
«Porque yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi
vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser
entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
‘Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía’. Lo
mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: ‘Este cáliz es la nueva
Alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía’» (1
Cor 11,23-25).
Este relato, el más antiguo acerca de los acontecimientos que tuvieron
lugar en el Cenáculo, procede del apóstol Pablo, quien, sin ser testigo
presencial, escribió lo que se conservaba como misterio sagrado en la joven
comunidad cristiana y se celebraba en el culto divino.
Jesús instituyó la Sagrada Eucaristía la víspera de su
muerte, «en la noche en que iba a ser entregado» (1 Cor 11, 23), cuando reunió
a su alrededor a los apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén y celebró con ellos
la Última Cena. [1323, 1337-1340]
La Sagrada Eucaristía
es el sacramento en el que Jesús entrega por nosotros su Cuerpo y su Sangre: a
sí mismo, para que también nosotros nos entreguemos a él con amor y nos unamos
a él en la Sagrada Comunión. Así nos unimos al único Cuerpo de Cristo, la
Iglesia. [1322, 1324, 1409]
Después del Bautismo y la Confirmación,
la Eucaristía es el tercer sacramento de la iniciación cristiana. La Eucaristía
es el centro misterioso de todos los sacramentos, porque el sacrificio
histórico de Jesús en la Cruz se hace presente durante la transubstanciación de
un modo oculto e incruento. De este modo la celebración eucarística es «la
fuente y cima de toda la vida cristiana» (Concilio Vaticano II, Lumen
Gentium, 11). A ella está orientado todo; más allá de ella no hay nada
mayor que se pueda alcanzar. Cuando comemos el pan partido, nos unimos con el
amor de Jesús, que entregó por nosotros su cuerpo en la Cruz; cuando bebemos
del cáliz, nos unimos con aquel que en su entrega derramó incluso su Sangre.
Nosotros no hemos inventado este rito. Jesús mismo celebró con sus discípulos
la Última Cena y anticipó en ella su muerte; se dio a sus discípulos bajo los
signos de pan y vino y exhortó a que, desde entonces, y después de su muerte,
celebraran la Eucaristía: «Haced esto en memoria mía» (1 Cor 11,24).
Eucaristía (del griego eucharistia = acción de
gracias): Eucaristía se denominaba originariamente la oración de acción de
gracias, que en la celebración eucarística de la Iglesia primitiva precedía a
la transformación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Posteriormente se aplicó la palabra a toda la celebración de la Santa Misa.
“El verdadero efecto de la Eucaristía es la transformación del hombre
en Dios”. Santo Tomás de Aquino
El Sacramento de la confirmación es administrado normalmente por el obispo.
Si fuera necesario, el obispo puede encomendárselo a un sacerdote. En peligro
de muerte cualquier sacerdote puede administrar la Confirmación. [1312-1314]
206.- ¿Quién puede ser
confirmado y qué se exige a quien solicita la Confirmación?
Todo cristiano católico que ha recibido el Sacramento del Bautismo y que está
en «estado de gracia», puede ser admitido a la confirmación. [1306-1311, 1319]
Estar en «estado de gracia» quiere decir no haber cometido ningún
pecado grave (pecado mortal). Por un pecado mortal el cristiano se separa de
Dios y sólo puede ser reconciliado de nuevo con él mediante la Confesión. Un
(niño o joven) cristiano que se prepara para recibir la Confirmación se
encuentra en una de las fases más importantes de su vida. Por ello hará todo lo
posible para comprender la fe con su corazón y con su inteligencia; pedirá el
Espíritu Santo a solas y con otros; se reconciliará de varios modos consigo
mismo, con las personas de su entorno y con Dios; aquí tiene su sentido la
Confesión, que acerca también más a Dios aun cuando no se haya cometido ningún
pecado grave.
En la Confirmación el alma de un cristiano bautizado queda marcada con
un sello indeleble que sólo se puede recibir una vez y que marca a esta persona
para siempre como cristiano. El don del Espíritu Santo es la fuerza de lo alto
en la que esta persona realiza la gracia de su Bautismo a través de su vida y
es «testigo» de Cristo. [1302-1305, 1317]
Confirmarse quiere decir hacer un «contrato» con Dios. El confirmando
dice: Sí, Dios mío, creo en ti. Dame el Espíritu Santo para pertenecerte
totalmente, para no separarme nunca de ti y para dar testimonio de ti toda mi
vida en cuerpo y alma, con hechos y palabras, en los días buenos y en los días
malos. Y Dios dice: Sí, hijo mío, yo también creo en ti, y te concederé mi
Espíritu, me doy yo mismo. Te perteneceré totalmente. No me separaré de ti
nunca, ni en esta vida ni en la eterna. Estaré en tu cuerpo y en tu alma, en
tus hechos y palabras. Incluso cuando tú me olvides, yo estaré ahí, tanto en
los días buenos como en los malos.
204.- ¿Qué dice la
Sagrada Escritura acerca del sacramento de la Confirmación?
Ya en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios esperaba que el Espíritu Santo se
derramaría sobre el Mesías. Jesús llevó una vida en un espíritu especial de
amor y en total unión con su Padre del cielo. Este Espíritu de Jesús era el
«Espíritu Santo» que anhelaba el pueblo de Israel; y era el mismo Espíritu que
Jesús prometió a sus discípulos, el mismo Espíritu que descendió sobre los
discípulos cincuenta días después de la Pascua, en la fiesta de Pentecostés. Y
nuevamente esel
mismo Espíritu Santo de Jesús quien desciende sobre aquel que recibe elsacramento de la Confirmación. [1285-1288, 1315]
Ya en los Hechos de los Apóstoles, que se escribieron pocos decenios
después de la muerte de Jesús, vemos a Pedro y a Juan en «viaje de
Confirmación»; ambos imponen las manos a nuevos cristianos, que antes «sólo
estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús», para que su corazón se llene
del Espíritu Santo.
Cuando los
apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido
la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y
oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había
bajado sobre ninguno; estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Hch 8, 14-16
La Confirmación
es el sacramento que completa el Bautismo y en el que recibimos el don del
Espíritu Santo. Quien 0pta libremente por una vida como hijo de Dios y bajo el
signo de la imposición de las manos y la unción con el crisma pide el Espíritu
de Dios, recibe la fuerza de ser testigo del amor y del poder de Dios con sus
palabras y obras. Es entonces un miembro pleno y responsable de laIglesia
católica. [1285-1314]
Cuando un entrenador manda salir al campo aun futbolista, le pone la mano en el hombro y le da sus
últimas instrucciones. Así se puede entender también la Confirmación. Entramos
en el campo de la vida. Se nos imponen las manos. Por el Espíritu Santo sabemos
lo que debemos hacer. Nos ha motivado profundamente. Su envío resuena en
nuestros oídos. Sentimos su ayuda. No queremos decepcionar la confianza que ha
puesto en nosotros y vamos a ganar el partido para él. Sólo tenemos que querer
y escucharle.
CONFIRMACIÓN (del
lat. confirmatio = fortalecimiento, consolidación): Junto con el
Bautismo y la Eucaristía, la Confirmación es uno de los tres sacramentos de
iniciación de la Iglesia católica. Así como en Pentecostés el Espíritu Santo
descendió sobre la comunidad de los discípulos reunidos, el Espíritu Santo
viene también sobre cada bautizado que pide a la Iglesia el don del Espíritu
Santo. Este sacramento le afianza y le fortalece para dar testimonio con la
vida en favor de Cristo.
CRISMA (del
griego chrisma = óleo de unción, y christos = el ungido): El
crisma es un óleo hecho con una mezcla de aceite de oliva y resma balsámica. En
la mañana del Jueves Santo el obispo lo consagra, para que sea empleado en el
Bautismo, la Confirmación y la ordenación de sacerdotes y obispos, así como
para la consagración de altares y campanas. El aceite es símbolo de alegría,
fuerza y salud. Las personas ungidas con el crisma deben difundir el «buen aroma
de Cristo» (2 Cor 2,15).
201.- ¿Qué supone
recibir un nombre en el Bautismo?
Mediante el nombre que recibimos en el Bautismo nos dice Dios: «Te he
llamado por tu nombre, tú eres mío» (Is 43,1). [2156-2159, 2165-2167]
En el Bautismo el hombre no se disuelve en una divinidad anónima, sino
que es confirmado precisamente en su individualidad. Estar bautizado con un
nombre determinado quiere decir que Dios me conoce; me dice sí y me acepta para
siempre en mi unicidad inconfundible.
En el Bautismo nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y
hermanas de nuestro Salvador e hijos de Dios. Somos liberados del pecado,
arrancados de la muerte y destinados desde ese instante a una vida en la
alegría de los redimidos.
[1262-1274, 1279-1280]
Ser bautizado quiere decir que la historia de mi vida personal se
sumerge en la corriente del amor de Dios. Dice el papa Benedicto XVI: «Nuestra
vida pertenece a Cristo y ya no nos pertenece a nosotros. Acompañados por él,
asumidos por él en su amor, estamos libres de todo temor. Él nos abraza y nos
lleva allí donde vayamos; Él, que es la misma Vida» (07.04.2007).
199.- ¿Es realmente el
Bautismo el único camino para la salvación?
Para todos los que han recibido el Evangelio y han conocido que Cristo es «el
camino y la verdad y la vida» (Jn 14,6), el Bautismo es el único acceso a Dios
y a la salvación. Al mismo tiempo es cierto, sin embargo, que Cristo murió por todoslos
hombres. Por eso pueden salvarse también quienes no tuvieron oportunidad de
conocer verdaderamente a Cristo ni la fe, pero, con la ayuda de la gracia,
buscan a Dios con un corazón sincero y llevan una vida según su conciencia (el
llamado Bautismo
de deseo). [1257-1261, 1281, 1283]
Dios ha vinculado la salvación a los sacramentos.Por ello la
Iglesia debe ofrecerlos incansablemente a los hombres. Abandonar la misión
sería traicionar el encargo de Dios. Pero Dios mismo no está sujeto a los
sacramentos. Allí donde la Iglesia —sea por su culpa o sea por otras razones—
no llega o no tiene éxito, Dios mismo abre a los hombres otros caminos para la
salvación en Cristo.
Normalmente es el
obispo, un presbítero, un diácono quien administra el Sacramento del Bautismo.
En caso de necesidad, cualquier cristiano, e incluso cualquier persona, puede
bautizar, siempre que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: «Yo
te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». [1256,
1284]
El Bautismo es
tan importante que incluso un no cristiano puede bautizar. Sólo tiene que tener
la intención de hacer lo que hace la Iglesia cuando bautiza.
197.- ¿Por qué mantiene la
Iglesia la práctica del Bautismo de niños?
La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el
Bautismo de los niños. Para ello hay una única razón: antes de que nosotros optemos
por Dios, Dios ya ha optado por nosotros. El Bautismo es, por tanto, una
gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta incondicionalmente. Los
padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren también el
Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del
poder de la muerte. [1250, 1282]
El Bautismo de
niños supone que los padres cristianos educan al niño bautizado en la fe. Es
una injusticia privar al niño del Bautismo por una liberalidad mal entendida. Lo
mismo que no se puede privar al niño del amor, para que después pueda él mismo
decidirse por el amor, sería una injusticia si los padres creyentes privaran a
su hijo de la gracia de Dios recibida en el Bautismo. Así como todo ser humano
nace con la capacidad de hablar, pero debe aprender a hablar, igualmente todo
hombre nace con la capacidad de creer, pero debe aprender a conocer la fe. No
obstante, no se puede imponer el Bautismo a nadie. Si se recibe el Bautismo de
niño, hay que «ratificarlo» después personalmente a lo largo de la vida; es
decir, hay que decir «sí» al Bautismo para que éste dé fruto.
196.- ¿Quién
puede ser bautizado y qué se le exige a un candidato al Bautismo?
Cualquier persona que no esté aún bautizada puede recibir el Bautismo.
La única condición para el Bautismo es la fe, que debe ser confesada
públicamente en la celebración del sacramento. [1246-1254]
Quien se vuelve
al Cristianismo cambia no sólo su concepción del mundo. Entra en un camino de
aprendizaje (catecumenado) en el que llega a ser, mediante la conversión
personal, pero sobre todo por el don del Bautismo, un hombre nuevo. Ahora es un
miembro vivo del Cuerpo de Cristo.
CATECUMENADO: (del
griego kat’echein enseñar, hacer oír para atraer): Especialmente en la
antigua Iglesia los candidatos al Bautismo de adultos pasaban por un tiempo de
preparación en tres etapas, el catecumenado, durante el cual eran instruidos en
la doctrina de la fe, paso a paso eran autorizados a participar en las
celebraciones de la Palabra, hasta que finalmente eran admitidos también a la
celebración de la eucaristía.
La forma clásica
de administrar el Bautismo es sumergir al bautizando tres veces en el agua. No
obstante, en la mayoría de los casos se derrama tres veces agua sobre la
cabeza, al tiempo que quien administra el sacramento dice: «N., yo te bautizo
en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». [1229-1245, 1278]
El agua simboliza purificación y nueva vida, lo que ya se expresaba en
el bautismo de conversión de Juan el
Bautista. El Bautismo que se administra con agua en «nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo» es más que un signo de conversión y penitencia, es nueva vida en Cristo. Por
eso se añaden también los signos de la unción, la vestidura blanca y la vela
del bautismo.
El Bautismo es el camino que lleva desde el reino de la muerte a la
Vida; la puerta de entrada a la Iglesia y el comienzo de una comunión
permanente con Dios. [1213-1216, 1276-1278]
El Bautismo es el sacramento fundamental y la condición previa de
todos los demás sacramentos. Nos une a Jesucristo, nos introduce en su muerte
salvífica en la Cruz, y por ello nos libera del poder del pecado original y de
todos los pecados personales y nos permite resucitar con él a una vida sin fin.
Puesto que el Bautismo es una alianza con Dios, el hombre debe dar su «sí» a
Dios. En el bautismo de niños los padres confiesan la fe en representación de
su hijo.
193.- ¿Hay una lógica
interna que vincule entre sí a los sacramentos?
Todos los sacramentos son un encuentro con Cristo, que es él mismo el
sacramento original. Hay sacramentos de la Iniciación, que introducen en la fe:
Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Hay sacramentos de curación: Penitencia y
Unción de enfermos. Y hay sacramentos que están al servicio de la comunión y
misión de los fletes: Matrimonio y Orden. [1210-1211]
El Bautismo vincula a Cristo. La Confirmación nos concede su Espíritu
Santo. La Eucaristía nos hace uno con él. La Penitencia nos reconcilia con
Cristo. Mediante la Unción de los enfermos es Cristo quien cura, fortalece y
consuela. En el sacramento del Matrimonio Cristo promete su amor en nuestro
amor y su fidelidad en nuestra fidelidad. Mediante el sacramento del Orden los
sacerdotes son capacitados para perdonar pecados y celebrar la Santa Misa.
Iniciación: (del lat. ¡nitium comienzo): Designa
la introducción e integración de alguien de fuera en una comunidad ya
constituida.
192.- ¿Puede la Iglesia
cambiar o renovar también la liturgia?
Hay elementos modificables e invariables en la liturgia. Es invariable
todo lo que es de origen divino, como por ejemplo las palabras de Jesús en la
Última Cena. Junto a esto hay partes variables, que la Iglesia en ocasiones
incluso debe cambiar. El misterio de Cristo debe ser anunciado, celebrado y
vivido en todo tiempo y en todas partes. Por ello la liturgia debe corresponder
al espíritu y a la cultura de cada pueblo. [1200-1209]
Jesús llega a todo el hombre: a su espíritu e inteligencia, a su
corazón y su voluntad. Justamente eso es lo que quiere hacer él hoy en la
liturgia. Por eso la liturgia tiene en África rasgos diferentes a los de
Europa, en las residencias de ancianos diferentes a los de las Jornadas
Mundiales de la Juventud, y en las comunidades parroquiales tiene un rostro
diferente al de los monasterios. Pero debe permanecer reconocible que es la
única liturgia de toda la Iglesia universal.
191.- ¿Qué lugares
litúrgicos caracterizan una casa de Dios?
Los lugares principales de una iglesia son el altar
con la cruz, el tabernáculo, la sede del celebrante, el ambón, la pila
bautismal y el confesionario. [1182-1188]
El altar es el centro de la iglesia.
Sobre él se hace presente el sacrificio de la Cruz y la Resurrección de Jesús
en la celebración de la Eucaristía. Es también la mesa a la que es invitado el
Pueblo de Dios. El tabernáculo, una especie de caja fuerte sagrada, alberga, en
un lugar lo más digno posible y destacado de la iglesia, el Pan eucarístico en
el que está presente el mismo Señor. La lamparilla
del sagrario señala que el tabernáculo está «habitado». Si no está
encendida, es que el tabernáculo está vacío. La sede elevada (en latín cathedra)
del obispo o del sacerdote debe indicar que es en definitiva Cristo
quien preside a la comunidad. El ambón
(del griego anabainein =
ascender), el atril para la lectura de la Palabra de Dios, debe permitir
reconocer el valor y la dignidad de las lecturas bíblicas como palabra del Dios
vivo. En la pila bautismal se
bautiza y la pila de agua bendita debe
recordarnos nuestras promesas bautismales. El confesionario o sala penitencial está para poder reconocer la
culpa y recibir el perdón.
Una casa de Dios cristiana es tanto un símbolo de la comunidad eclesial
de las personas de un lugar concreto, como un símbolo de las moradas celestes
que Dios nos tiene preparadas a todos nosotros. Nos reunimos en la casa de Dios
para orar en comunidad o a solas y para celebrar los sacramentos, especialmente
la eucaristía. [1179-1186, 1197-1199]
«Aquí huele a cielo»; «Aquí uno está en silencio y reverentemente».
Algunas iglesias nos envuelven literalmente en una atmósfera densa de oración.
Sentimos que Dios está presente en ellas. La hermosura de las iglesias nos
remite a la hermosura, la grandeza y el amor de Dios. Las iglesias no son sólo
mensajeros en piedra de la fe, sino residencias de Dios, que en el Sacramento
del altar está ahí real, verdadera y sustancialmente presente.
189.- ¿Cómo marca la liturgia
los espacios en los que vivimos?
Con su victoria, Cristo ha penetrado todos los espacios del mundo. Él
mismo es el verdadero templo, y la adoración a Dios «en espíritu y verdad» (Jn
4,24) no está sujeta ya a ningún lugar especial. Sin embargo, el mundo
cristiano está lleno de iglesias y signos sagrados porque las personas
necesitan lugares concretos para encontrarse y signos para recordar la nueva
realidad. Cada iglesia es un símbolo de la casa celestial del Padre hacia la
cual estamos en camino. [1179-1181, 1197-1198]
Ciertamente se puede rezar en cualquier lugar: en el bosque, en la
playa, en la cama. Pero dado que los hombres no somos únicamente espirituales,
sino que tenemos un cuerpo, tenemos que vernos, oírnos y sentirnos. Necesitamos
tener un lugar concreto cuando queremos encontrarnos para ser «Cuerpo de
Cristo»; necesitamos arrodillamos, cuando queremos adorar a Dios; necesitamos
comer el pan eucarístico allí donde es ofrecido; debemos ponernos físicamente
en movimiento cuando Él nos llama. Un crucero en el camino nos recuerda a quién
pertenece el mundo y hacia dónde se dirigen nuestros pasos.
La liturgia de
las Horas es laoración
general y pública de la Iglesia. Textos bíblicos introducen al orante cada vez
más profundamente en el misterio de la vida de Jesucristo. De este modo, en
todo el mundo, en cada hora del día, se da al Dios trino espacio para
transformar paso a paso al orante y al mundo. No sólo los presbíteros y los
monjes rezan la liturgia de las Horas. Muchos cristianos para quienes la fe es
importante unen su voz a la invocación de miles y miles, que se eleva a Dios
desde todos los lugares del mundo. [1174-1178, 1196]
Las siete horas litúrgicas son como un
vocabulario de oración de la Iglesia, que nos suelta la lengua también cuando
la alegría, la preocupación o el miedo nos dejan sin palabras. Una y otra vez
nos asombramos al rezar la liturgia de las Horas: una frase, un texto entero
concuerdan «casualmente» de forma exacta con mi situación. Dios escucha cuando
le llamamos. Nos responde en estos textos, a veces de un modo tan concreto que
causa estupor. No obstante muchas veces nos exige largos penados de silencio y
de sequedad, en espera de nuestra fidelidad.
El domingo es el
centro del tiempo cristiano, porque en el domingo celebramos la Resurrección de
Jesucristo y cada domingo es una fiesta de Pascua en pequeño. [1163-1167, 1193]
Si el domingo es
menospreciado o eliminado sólo quedan días laborables en la semana. El hombre,
que ha sido creado para la alegría, acaba como animal de trabajo y consumiste
idiotizado. En la tierra debemos aprender a celebrar como es debido, de lo
contrario no sabremos qué hacer con el cielo. En el cielo se da el domingo sin
fin.