El YOUCAT busca acercar a los jóvenes a la fe cristiana, presentando su contenido desde un lenguaje renovado.
Dividido en cuatro partes, el texto incluye 527 preguntas y respuestas que buscan dar razón de la esperanza cristiana.
Desde este blog acompañamos la publicación sumando comentarios, canciones, videos y otros recursos que permitan a los jóvenes familiarizarse con la propuesta, siempre joven, de Jesús.
El Espíritu Santo me abre a Dios; me enseña a orar y me ayuda a estar
disponible para los demás. [738-741]
«El huésped silencioso de nuestra alma», así llama san Agustín al
Espíritu Santo. Quien quiera percibirlo debe hacer silencio. Con frecuencia
este huésped habla bajito dentro de nosotros, por ejemplo en la voz de nuestra
conciencia o mediante otros impulsos internos y externos. Ser «templo del
Espíritu Santo» quiere decir estar en cuerpo y alma a disposición de este
huésped, del Dios en nosotros. Nuestro cuerpo es por tanto, en cierto
modo, el cuarto de estar de Dios. Cuanto más nos abramos al Espíritu Santo en
nosotros, tanto más se convertirá en maestro de nuestra vida, tanto más nos
concederá también hoy sus carismaspara la edificación de la Iglesia. De
este modo, en lugar de las obras de la carne, crecerán
en nosotros los frutos del Espíritu.
El Espíritu Santo construye la Iglesia y la impulsa. Le recuerda su
misión llama a hombres a su servicio y les concede las gracias necesarias. Nos
introduce cada vez más profundamente en la comunión con el Dios trino.
[733-741, 747]
Aunque la Iglesia, en su larga historia, en ocasiones haya dado la
impresión de estar «dejada de la mano de Dios», a pesar de todas las faltas y
deficiencias humanas, siempre está actuando en ella el Espíritu Santo. Sus dos
mil años de existencia y los numerosos santos de todas las épocas y culturas
son ya la prueba visible de su presencia en ella. Es el Espíritu Santo quien
mantiene a la Iglesia en su conjunto en la verdad y la introduce cada vez más
profundamente en el conocimiento de Dios. Es el Espíritu Santo quien actúa en
los sacramentos y quien hace viva para nosotros la Sagrada Escritura. A las
personas que se abren totalmente a él, les otorga también hoy sus gracias y
dones.
Los frutos del
Espíritu Santo: “Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
lealtad, modestia, dominio de sí”. Gál
5,22-23
Cincuenta días después de su Resurrección envió Jesús desde el cielo
el Espíritu Santo sobre sus discípulos. Dio comienzo entonces el tiempo de la
Iglesia. [731-733]
El día de Pentecostés el Espíritu Santo hizo de los temerosos
apóstoles testigos valientes de Cristo. En poquísimo tiempo se bautizaron miles
de personas: era la hora del nacimiento de la Iglesia. El prodigio de las
lenguas de Pentecostés nos muestra que la Iglesia existe desde el comienzo para
todos; es universal (término latino para el griego católica) y
misionera. Se dirige a todos los hombres, supera barreras étnicas y
lingüísticas y puede ser entendida por todos. Hasta hoy el Espíritu Santo es el
elixir vital de la Iglesia.
PENTECOSTÉS (del griego pentecoste = «el día cincuenta» después de Pascua): En
su origen era una fiesta en la que Israel celebraba el pacto de la alianza con
Dios en el Sinaí. Por el acontecimiento de Pentecostés en Jerusalén se
convirtió para los cristianos en la fiesta del Espíritu Santo.
Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según
el Espíritu les concedía manifestarse [...) cada uno los oía hablar en su
propia lengua. Hch 2,4.6b
117.- ¿Cómo pudo el Espíritu
Santo obrar en, con y por medio de María?
María estaba totalmente disponible y abierta a Dios (Lc 1,38). De este
modo pudo convertirse, por la acción del Espíritu Santo, en «Madre de Dios», y
como Madre de Cristo también en Madre de los cristianos, y más aún, de todos
los hombres. [721-726]
María posibilitó al Espíritu Santo el milagro de los milagros: la
Encarnación de Dios. Ella dio su sí a Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Confortada por el Espíritu Santo estuvo con Jesús a las duras y a las maduras,
hasta la Cruz. Allí Jesús nos la dio a todos nosotros como Madre (Jn 19,25-
27).
El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Lc 1,35
116.- ¿Qué quiere decir que el Espíritu Santo «habló por los profetas»?
Ya en la antigua alianza Dios colmó a hombres y mujeres con el Espíritu Santo, de modo que alzaran su voz en favor de Dios, hablaran en su nombre y prepararan al pueblo para la llegada del Mesías. [683-688, 702-720]
En la antigua alianza Dios escogió hombres ymujeres que estuvieran dispuestos a dejarse convertir por él en consoladores, guías y amonestadores de su pueblo. Fue el Espíritu de Dios el que habló por boca de Isaías, Jeremías, Ezequiel y los demás profetas. Juan el Bautista, el último de estos profetas, no sólo predijo la llegada del Mesías. Se encontró con él y lo proclamó como el liberador del poder del pecado.
115.- ¿Bajo qué nombres y símbolos se muestra el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma. Los primeros cristianos experimentaron el Espíritu Santo como una unción sanadora, agua viva, viento impetuoso o fuego llameante. Jesucristo mismo habla de él como ayuda, consolador, maestro y espíritu de la verdad. En los Sacramentos de la Iglesia se otorga el Espíritu mediante la imposición de las manos y la unción con óleo. [691-693]
La paz que Dios estableció con los hombres después del diluvio se anunció a Noé por la aparición de una paloma. También la Antigüedad pagana conocía la paloma como símbolo del amor. De este modo los primeros cristianos comprendieron rápidamente por qué el Espíritu Santo, el amor de Dios hecho persona, descendió sobre Jesús en forma de paloma, cuando se hizo bautizar en el Jordán. Hoy en día la paloma es el signo de la paz conocido en todo el mundo y uno de los grandes símbolos de la reconciliación de los hombres con Dios (cf. Gén 8,10-11).
En Jesucristo Dios mismo se hizo hombre y nos concedió contemplar en cierto modo la intimidad de Dios mismo. Y allí vemos algo totalmente inesperado: El Dios misterioso no es una soledad infinita; es un acontecimiento de amor. Existe el Hijo que habla con el Padre. Yambos son uno en el Espíritu, que es, por decirlo así, la atmósfera del dar y del amar que hace de ellos un único Dios. Benedicto XVI, Vigilia de Pentecostés, 2006
114.- ¿Qué papel tiene el Espíritu Santo en la vida de Jesús?
Sin el Espíritu Santo no se puede comprender a Jesús. En su vida se mostró como nunca antes la presencia del Espíritu de Dios, que denominamos Espíritu Santo. [689-691, 702-731]
Fue el Espíritu Santo quien llamó a la vida humana a Jesús en el seno de la Virgen María (Mt 1,18), lo confirmó como el Hijo amado (Lc 4,16-19), lo guió (Mc 1,12) y lo vivificó hasta el final (Jn 19,30). En la Cruz Jesús exhaló el Espíritu. Después de su resurrección otorgó a sus discípulos el Espíritu Santo (Jn 20,20). Con ello el Espíritu pasó a la Iglesia: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21).
113.- ¿Qué quiere decir: Creo en el Espíritu Santo?
Creer en el Espíritu Santo es adorarle como Dios igual que al Padre y
al Hijo. Quiere decir creer que el Espíritu Santo viene a nuestro corazón para
que como hijos de Dios conozcamos a nuestro Padre del cielo. Movidos por el
Espíritu Santo podemos cambiar la faz de la tierra. [683-686]
Antes de su muerte Jesús había prometido a sus discípulos enviarles «otro
Paráclito» (Jn 14,16), cuando ya no estuviera con ellos. Cuando después se
derramó el Espíritu Santo sobre los discípulos de la Iglesia primitiva,
entendieron lo que Jesús había querido decir. Experimentaron una seguridad
profunda y la alegría de la fe y recibieron determinados carismas; es decir,
podían profetizar, sanar y hacer milagros. Hasta hoy existen personas en la
Iglesia que tienen estos dones y estas experiencias.
Carismas: (del
griego charis = don, gracia,
favor, talento): Se llama a los dones gratuitos del Espíritu Santo, tal como se
describen, por ejemplo, en 1 Cor 12, 6ss: el don de curaciones, poder de
milagros, profecía, don de lenguas y el don de interpretarlas, sabiduría,
conocimiento, fe, entre otros. Aquí se incluyen también los siete dones del Espíritu Santo; son dones
especiales para dirigir, gobernar, amar al prójimo y anunciar la fe.
112.- ¿Y cuando Cristo
nos juzgue a nosotros y a todo el mundo?
A quien no quiere saber nada del amor, no le puede ayudar Cristo; se
juzga a sí mismo. [678-679, 681-682]
Como Jesús es «el camino y la verdad y la vida» (Jn14, 6), se mostrará en él
lo que tiene consistencia ante Dios y lo que no. Según el criterio de lo que es
la vida de Jesús saldrá a la luz la verdad completa de todos los hombres, de
todas las cosas y de todos los pensamientos y acontecimientos.
111.- ¿Qué pasará cuando el
mundo llegue a su fin?
Cuando el mundo llegue a su fin, vendrá Cristo, visible para todos.
[675-677]
Las conmociones dramáticas (Lc 18, 8; Mt 24, 3-14)
anunciadas en la Sagrada Escritura, la maldad que se mostrará sin disimulo, las
pruebas y persecuciones que pondrán a prueba la fe de muchos, son sólo la cara
oscura de la nueva realidad: la victoria definitiva de Dios sobre el mal se
hará visible. La gloria, la verdad y la justicia de Dios saldrán a la luz
resplandeciente. Con la venida de Cristo habrá «un cielo nuevo y una tierra
nueva». «Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo,
ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido» (Ap 21, 1-4)
110.- ¿Por qué es
Jesucristo Señor del mundo entero?
Jesucristo es Señor del mundo y Señor de la historia porque todo fue
creado para él. Todos los hombres han sido salvados por él y serán juzgados por
él. [668-674, 680]
Él está sobre
nosotros como el único ante quien doblamos la rodilla en adoración; está junto
a nosotros como Cabeza de su Iglesia, en la que comienza ya ahora el reino
de Dios; va por delante de nosotros como Señor de la historia, en quien
los poderes de las tinieblas serán definitivamente derrotados y los destinos
del mundo se cumplirán según el plan de Dios; sale a nuestro encuentro en
gloria, en un día que no conocemos, para renovar y llevar a consumación el mundo.
Su cercanía se puede experimentar sobre todo en la Palabra de Dios, en la
recepción de los sacramentos, en la atención a los pobres y allí «donde dos o
tres están reunidos en mi nombre» (según Mt 18,20).
"Vuelve, Señor, otra vez" y "Jesús, alegría verdadera" son dos hermosas oraciones de las Misioneras Diocesanas. Las compartimos en esta presentación...
109.- ¿Qué quiere decir
que Jesús ha ascendido a los cielos?
Con Jesús uno de nosotros ha llegado junto a Dios y está allí para
siempre. En su Hijo, Dios está humanamente cercano a nosotros los hombres.
Además Jesús dice en el evangelio de san Juan: «Y cuando yo sea elevado sobre
la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). [659-667]
En el Nuevo Testamento, la Ascensión de Cristo a los cielos
marca el final de una cercanía
especial del Resucitado con sus discípulos a lo largo de cuarenta días. Acabado
este tiempo, Jesús entra con toda su humanidad en la gloria de Dios. La Sagrada
Escritura expresa esto mediante los símbolos de la «nube» y el «cielo». «El
hombre», dice el papa Benedicto XVI, «encuentra sitio en Dios». Jesucristo está
ahora junto al Padre, de donde vendrá un día «a juzgar a los vivos y a los
muertos». La Ascensión significa que Jesús ya no está en la tierra de forma
visible, aunque está presente y está aquí.
108.- ¿Qué ha cambiado
en el mundo por la Resurrección?
Puesto que ya no todo termina con la muerte, la alegría y la esperanza
han entrado en el mundo. Después de que la muerte «ya no tiene dominio» (Rom 6,
9) sobre Jesús, no tiene ya tampoco poder sobre nosotros, que pertenecemos a
Jesús. [655, 658]
107.- ¿Volvió Jesús por la
Resurrección al estado corporal que tenía durante su vida terrena?
El Señor
resucitado se dejó tocar por sus discípulos, comió con ellos y les enseñó las
heridas de la Pasión. Sin embargo, su cuerpo ya no pertenece únicamente a la
tierra, sino al ámbito divino del Padre. [645-646]
Cristo
resucitado, que lleva las heridas del Crucificado, ya no está ligado al tiempo
y al espacio. Podía pasar a través de puertas cerradas y aparecerse en lugares
diferentes y bajo una forma en la que no lo reconocían inmediatamente. La
Resurrección de Cristo no fue por tanto un retorno a la vida terrena normal,
sino la entrada en un nuevo modo de ser: «Pues sabemos que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio
sobre él» (Rom 6, 9).
No hay pruebas de
su Resurrección en el sentido de las ciencias positivas. Pero, como hecho
histórico y trascendente a la vez, dio lugar a testimonios individuales y
colectivos muy poderosos, por parte de un gran número de testigos de los
acontecimientos de Jerusalén. [639-644, 647, 656-657]
El testimonio escrito más antiguo de la Resurrección es una carta que
escribió san Pablo a los Corintios aproximadamente veinte años después de la
muerte de Cristo: «Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció
a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos
juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto» (1 Cor
15,3-6). Pablo informa aquí de una tradición viva, que él se encontró en la
comunidad primitiva, cuando uno o dos años después de la Muerte y Resurrección
de Jesús llegó él mismo a ser cristiano a causa de su propio encuentro
deslumbrante con el Señor resucitado. Como primer indicio de la realidad de la
Resurrección entendieron los discípulos el hecho de la tumba vacía (Lc 24,5-6).
Y precisamente fueron mujeres, que según el derecho entonces vigente no eran
testigos válidos, las que la descubrieron. Aunque se dice del apóstol Juan, ya
ante la tumba vacía, que «vio y creyó» (Jn 20,8b), la certeza de que Jesús
estaba vivo sólo se afianzó por medio de gran número de apariciones. La
multitud de encuentros con el Resucitado acabaron con la Ascensión de Cristo a
los cielos. Sin embargo hubo después y hay hoy encuentros con el Señor
resucitado: Cristo vive.
Matt Maher, artista católico, compuso "Christ in Risen", hermosa canción sobre la resurrección del Señor.
105.- ¿Cómo llegaron a creer
los discípulos que Jesús había resucitado?
Los discípulos, que antes habían perdido toda
esperanza, llegaron a creer en la Resurrección de Jesús porque lo vieron de
formas diferentes después de su muerte, hablaron con él y experimentaron que
estaba vivo. [640-644, 656]
Los acontecimientos de la Pascua, que
ocurrieron hacia el año 30 en Jerusalén, no son ninguna historia inventada.
Bajo la impresión de la muerte de Jesús y de la derrota de su causa común, los
discípulos huyeron («Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel», Lc
24,21) o se refugiaron tras las puertas cerradas. Sólo el encuentro con Cristo
resucitado los liberó de su espanto y los llenó de una fe entusiasta en
Jesucristo, el Señor de la vida y de la muerte.
De la pluma de Alejandro Mayol y la genialidad de La Fuente, surgió "La Pasión según San Juan", bella cantata que recorre, desde diversos ritmos musicales, los sucesos de la Pasión y Resurrección del Señor.
"La Pasión...", culmina con el "Credo de la Resurrección" que compartimos a continuación.
Credo de la Resurrección
Creo,
Señor, en la vida, creo que vale apostar,
creo en las manos abiertas,
la cárcel desierta, el trabajo y el pan.
Yo creo
en toda palabra, que no esconda la verdad,
toda señal, todo abrazo,
que apriete los lazos de fraternidad.
Creo en
el tiempo del hombre, cuando pelea al dolor,
en el que rompe mordazas,
construye su casa, comparte el calor.
Creo
que vale la pena, fundir espadas y hacer
miles de rejas y arados y
en surcos callados hundir otra vez.
Creo en
una tierra nueva bajo esta misma ciudad,
crece en silencio y madura
por la cerradura se puede espiar.
Creo
que bajo los puentes, corre agua de manantial,
riega el esfuerzo del hombre
y enhebra sus días con la eternidad.
Creo
que el tiempo nos lleva, a su retorno final,
cuando se alce tu voz fuerte
que mande a la muerte su presa soltar.
Cristo
Señor de la Historia, creo en la resurrección,
clave de todo destino,
derrama tu vino sobre esta nación.
103.- ¿Murió Jesús realmente
o quizás pudo resucitar precisamente porque sólo había sufrido la muerte en
apariencia?
Jesús murió
realmente en la Cruz; su cuerpo fue enterrado. Esto lo atestiguan todas las
fuentes.
En Jn 19, 33ss
los soldados comprueban expresamente la muerte de Jesús: abren el costado de
Jesús muerto con una lanza y ven que salen sangre y agua. Además se dice que a
los crucificados con él les quebraron las piernas, una medida para acelerar el
proceso de la muerte; esta medida ya no era necesaria en el caso de Jesús en el
momento en cuestión, porque él ya estaba muerto.
102.- ¿Por qué debemos nosotros también aceptar el
sufrimiento en nuestra vida y así “cargar con la cruz” y con ello seguir a
Jesús?
Los cristianos no tienen que buscar el dolor, pero cuando se enfrentan a un
dolor que no se puede evitar, éste puede cobrar sentido para ellos si unen su
dolor al dolor de Cristo: «Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo
para que sigáis sus huellas»
(1 Pe 2,21). [618]
Jesús dijo: “El
que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz
y me siga” (Mc 8, 34). Los cristianos tienen la tarea de mitigar el dolor en el
mundo. Sin embargo siempre habrá dolor. En la fe podemos aceptar nuestro propio
dolor y compartir el ajeno. De este modo el dolor humano se hace uno con el
amor redentor de Cristo y con ello se hace parte d la fuerza divina que
transforma el mundo hacia el bien.
101.- Por qué tuvo Jesús que
redimirnos precisamente en la Cruz?
La Cruz, en la que Jesús inocente fue ajusticiado cruelmente, es el lugar de la
máxima humillación y abandono, Cristo, nuestro Redentor, eligió la Cruz para
cargar con la culpa del mundo y sufrir el dolor del mundo. De este modo,
mediante su amor perfecto, ha conducido de nuevo el mundo a Dios. [613-617,
622-623]
Dios no nos podía mostrar su amor de un modo más penetrante que
dejándose clavar en la Cruz en la persona del Hijo. La cruz era el instrumento
de ejecución más vergonzoso y más cruel de la Antigüedad. Los ciudadanos
romanos no podían ser crucificados por grandes que hubieran sido sus culpas. De
este modo Dios penetra en lo más profundo del dolor humano. Desde entonces ya
nadie puede decir: «Dios no sabe lo que yo sufro». lla
El "Camino al Calvario" es una canción compuesta por el Padre Néstor Gallego (de la obra "La Pasión", del mismo autor).
Camino al Calvario
De inmediato los soldados disfrazaron a Jesús;
le vistieron con un manto y una caña de bambú.
¡Salve Rey de los Judíos! Le gritaban en su honor,
totalmente enceguecidos por el odio y la traición.
Coronaron con espinas al Mesías Salvador;
mientras tanto se reían sin piedad ni compasión.
Terminado aquel suplicio le cargaron con la cruz
y poniéndose en camino se llevaron a Jesús.
Hubo un hombre de Cirene que ayudó a llevar la cruz
y hubo un grupo de mujeres que lloraron a Jesús.
"No se asusten, ni me lloren hijas de Jerusalén.
Por sus hijos ahora lloren. Se los digo por su bien".
A las puertas del Calvario se agolpó la multitud
y al Señor desfigurado le clavaron en la cruz.
Dos ladrones a ambos lados completaron la Pasión,
mientras otros se sortearon los vestidos del Señor.
Con el cuerpo destrozado se entregaba el mismo Dios.
Era el precio del pecado redimido por Amor.
Eloi Lama Sabactani...
A las tres de aquella tarde todo el crimen acabó.
La tristeza fue tan grande, que hasta el cielo oscureció.
100.- ¿Tuvo Jesús miedo ante la muerte en el
Huerto de los Olivos, la noche antes de morir?
Puesto que Jesús
era verdaderamente hombre, experimentó en el Huerto de los Olivos
verdaderamente el miedo humano ante la muerte. [612]
Con las mismas fuerzas humanas que tenemos todos nosotros Jesús tuvo
que luchar por su asentimiento interior a la voluntad del Padre de dar su vida
para la vida del mundo. En su hora más difícil, abandonado por todo el mundo e
incluso por sus amigos, Jesús se decidió finalmente por un sí. «Padre mío, si
este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mt 26,42).
Jesús lavó los
pies a sus discípulos la víspera de su muerte; instituyó la eucaristía e
inauguró el sacerdocio de la Nueva Alianza. [610-611]
Jesús mostró su
amor hasta el extremo de tres maneras: lavó los pies a sus discípulos y mostró
que está entre nosotros como el que sirve (cf. Lc 22, 27). Anticipó
simbólicamente su muerte redentora, pronunciando sobre los dones del pan y del
vino estas palabras: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros» (Lc 22, 19s).
De este modo instituyó la Sagrada Eucaristía. Y al mandar a sus apóstoles:
«Haced esto en memoria mía» (1 Cor 11, 24b), los convirtió en sacerdotes de la
Nueva Alianza.
No se llegó a la muerte violenta de Jesús por desgraciadas
circunstancias externas. Jesús fue «entregado conforme al plan que Dios tenía
establecido y previsto» (Hch 2, 23). Para que nosotros, hijos del pecado y de la
muerte, tengamos vida, el Padre del Cielo «a quien no conocía el pecado, lo
hizo pecado en favor nuestro» (2 Cor 5, 21). La grandeza del sacrificio que Dios
Padre pidió a su Hijo corresponde sin embargo a la grandeza de la entrega de
Cristo: «Y ¿qué diré?: ‘Padre, líbrame de esta hora’. Pero si por esto he
venido, para esta hora» (Jn 12, 27). Por ambas partes se trata de un amor que
se demostró hasta el extremo en la Cruz. [599-609, 620]
Para librarnos de la muerte, Dios se lanzó a una misión arriesgada:
introdujo en nuestro mundo de muerte una «medicina de la inmortalidad» (san
Ignacio de Antioquía): su Hijo Jesucristo. El Padre y el Hijo eran aliados
inseparables en esta misión, dispuestos y deseosos de asumir sobre sí lo máximo
por amor al hombre. Dios quería llevar a cabo un intercambio para salvarnos para siempre. Quería darnos su vida eterna, para que gocemos de su alegría, y quería sufrir nuestra muerte, nuestra desesperación, nuestro abandono, para estar en comunión con nosotros en todo. Para amarnos hasta el final y más allá. La muerte de Cristo es la voluntad del Padre, pero no su última palabra. Desde que Cristo murió por nosotros, podemos cambiar nuestra muerte por su vida.
97.- ¿Son culpables los
judíos de la muerte de Jesús?
Nadie puede atribuir a «los judíos» una culpa colectiva en la muerte de Jesús.
Lo que la Iglesia confiesa con certeza, por el contrario, es la responsabilidad
de todos los pecadores en la muerte de Jesús. [597-598]
El anciano profeta Simeón predijo que Jesús llegaría a ser «signo de
contradicción» (Lc 2,34b). Existió el rechazo decidido de Jesús por parte de
las autoridades judías, pero entre los fariseos, por ejemplo, hubo también
partidarios secretos de Jesús, como Nicodemo y José de Arimatea. En el proceso
de Jesús estuvieron implicadas diferentes personas y autoridades romanas y judías
(Caifás, Judas, el Sanedrín, Herodes, Poncio Pilato), cuya culpa individual
sólo Dios conoce. La tesis de que todos los judíos de entonces o los que viven
actualmente sean culpables de la muerte de Jesús es absurda y no se sostiene
según la Biblia.
“Y los demonios
no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos lo has crucificado y
lo sigues crucificando todavía, cuando te deleitas en los vicios y en los
pecados". San Francisco de Asís
96.- ¿Por qué se
condenó a un hombre de paz como Jesús a morir en la cruz?
Jesús colocó a su entorno ante una cuestión decisiva: o bien él
actuaba con poder divino, o bien era un impostor, un blasfemo, un infractor de
la ley, y debía rendir cuentas por ello según la ley.
[574-576]
En muchos aspectos Jesús fue una provocación única para el judaísmo
tradicional de su tiempo. Perdonaba pecados, lo que sólo puede hacer Dios;
relativizaba el mandamiento del sábado; se hacía sospechoso de blasfemia y se
le reprochaba ser un falso profeta. Para todos estos delitos la ley preveía la
pena de muerte.
95.- ¿Por qué eligió
Jesús la fecha de la fiesta judía de la Pascua para su Muerte y Resurrección?
Jesús eligió la
fiesta de la Pascua de su pueblo como símbolo de lo que iba a suceder con él en
la Muerte y Resurrección. Al igual que el pueblo de Israel fue liberado de la
esclavitud de Egipto, así también nos libera Cristo de la esclavitud del pecado
y del poder de la muerte. [571-573]
La fiesta de la Pascua era la fiesta de la
liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Jesús subió a Jerusalén para
liberarnos a nosotros de un modo aún más hondo. Celebró con sus discípulos el
banquete de la Pascua. Durante esta celebración él mismo se convirtió en
cordero pascual. Como «nuestra víctima pascual» (1 Cor 5,7b) ha sido inmolado,
para, de una vez para siempre, establecer la reconciliación definitiva entre
Dios y los hombres.
94.- ¿Sabía Jesús que iba a morir cuando entró en Jerusalén?
Sí. Jesús había anunciado en
tres ocasiones su Pasión y su Muerte, antes de dirigirse consciente y
voluntariamente (Lc 9,51) al lugar de su Pasión y de su Resurrección. [557-560,
569-570]
El Padre quería manifestar ya en la vida terrena de Jesús la gloria divina de u
Hijo. La Transfiguración de Cristo tenía que ayudar después a los discípulos a
comprender su muerte y resurrección. [554-556, 568]
Tres evangelios relatan cómo Jesús, en la cumbre de un monte, a la
vista de sus discípulos, comienza a brillar (se «transfigura»). La voz del
Padre celestial llama a Jesús «el Hijo amado», a quien hay que escuchar. Pedro
quiere «hacer tres tiendas» y retener el momento. Pero Jesús está en camino
hacia su Pasión. Se trata sólo de fortalecer a sus discípulos.
Cuando se tiene la gracia de vivir una fuerte experiencia de Dios, es
como si se viviera algo semejante a lo que les sucedió a los discípulos durante
la Transfiguración: por un momento se gusta anticipadamente algo de lo que constituirá
la bienaventuranza del paraíso. En general, se trata de breves experiencias que
Dios concede a veces, especialmente con vistas a duras pruebas. Benedicto XVI,
12.03.2006
Jesús tenía un
gran círculo de discípulos a su alrededor, eran hombres y mujeres. De ese
círculo elige a doce hombres, a los que llamó apóstoles (Lc 6,12- 16). Los
apóstoles recibieron de él una formación especial y diferentes tareas: «Y los
envió a proclamar el reino de Dios y a curar» (Lc 9,2). Jesús llevó consigo
sólo a estos doce apóstoles a la última cena, donde les encargó: «Haced esto en
memoria mía» (Lc 22,19b). [551-553, 567]
Los apóstoles se
convirtieron en testigos de la Resurrección y garantes de su verdad. Después de
la muerte de Jesús continuaron su misión. Eligieron a sucesores para su
ministerio: los obispos.Los sucesores de los apóstoles ejercen en
nuestros días los poderes otorgados por Jesús: gobiernan, enseñan y celebran
los misterios divinos. La unión de los apóstoles se convirtió en el fundamento
de la unidad de la Iglesia. Entre los Doce destaca una vez más Pedro, a quien
Jesús le otorgó una autoridad especial: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En esta posición especial de Pedro entre los
apóstoles tiene su origen el ministerio del Papa.
Jesús llama para que seamos sus discípulos y misioneros. Doble condición: la del que aprende y la del que comparte.
El llamado que hace Jesús nos sólo para algunos, el invita a todos los que quieran, libremente seguirlo, desde la vocación particular.
La convocatoria a ser "Pescador de hombres" es la invitación a ser testigo de un amor que colma y sacia y, como tal, quiere jugarse por los demás.
Compartimos esta versión de "Pescador de hombres" (compuesta por Cesáreo Gabaráin) realizada por el Padre Jony.
Los
milagros que hizo Jesús eran signos del comienzo del reino de Dios. Eran
expresión de su amor a los hombres y confirmaban su misión. [547-550]
Los milagros de Jesús no eran una
representación mágica. Él estaba lleno del poder del amor salvífico de Dios.
Por medio de los milagros, Jesús muestra que es el Mesías y que el reino de
Dios comienza en él. De este modo se podía experimentar el inicio del nuevo
mundo: liberaba del hambre (Jn 6,5-15), de la injusticia (Lc 19,8), de la
enfermedad y la muerte (Mt 11,5). Mediante la expulsión de demonios comenzó su
victoria contra el «príncipe de este mundo» (Jn 12,31; se refiere a Satanás).
Sin embargo, Jesús no suprimió toda desgracia y todo mal de este mundo. Se fijó
especialmente en la liberación del hombre de la esclavitud del pecado. Le
importaba ante todo la fe que suscitaba a través de los milagros.
Jesús te seguiré
(Daniel Poli)
Jesús te seguiré
donde me lleves iré;
muéstrame ese lugar donde vives
quiero quedarme contigo allí.
Escuchando tus palabras algo nuevo nació en mí,
es que nunca nadie nos había venido a hablar así.
Ahora veo claro, la verdad está en Ti.
Hoy he visto como se aman los que viven junto a Ti.
Hace tiempo que, sediento, había querido amar así.
Ahora siento que tu amor viene hacia mí.
Hoy he visto a los leprosos sanos y a los ciegos ver;